Como en la mayoría de las uvas tintas el color está en el hollejo (piel) y no en la pulpa, para que el mosto se tiña de color rojizo es necesario macerarlo con las pieles durante un tiempo variable, habitualmente durante algunos días hasta conseguir el color deseado. Durante este período se va “regando el sombrero de los hollejos, que sobrenadan en el depósito, con el propio mosto, favoreciendo de esta forma la cesión de color. Finalmente se prensarán todas las pieles y raspones, para extraer el líquido que aún contienen. La fermentación ocurre cuando las levaduras naturalmente presentes en las uvas o añadidas expresamente, van transformando los azúcares del mosto en alcohol, fundamentalmente etanol. Este mágico cambio es el corazón del proceso de elaboración del vino. Una vez ha terminado la fermentación, ya podemos hablar por primera vez de vino, donde antes hablábamos de mosto, y las características del líquido han cambiado de forma sustancial.