Desde el comienzo del viaje, Darwin atrapaba aves, insectos, peces, plantas y algas para luego anotar en un diario todo lo que observaba. Darwin tenía muy buenas relaciones con el resto de la tripulación que, cariñosamente, le decía “El Atrapamoscas”. Su único sufrimiento eran los fuertes mareos de mar, que no le daban respiro. –Guaj, guaj, qué mareado estoy, qué mal me siento –se quejó Darwin. –Pobre hombre, pobre hombre –lo consoló Jemmy Button, dándole unos golpecitos en la espalda. –Gracias Jemmy, amigo, eres muy amable –agradeció Darwin.